Cuentan los que lo vieron, que hace mucho tiempo el arcoíris era un señor muy pobre. Tan pobre que no tenía ni ropa para ponerse.
Su desnudez le apenaba mucho y decidió un día buscar una solución. Pero no se le ocurría nada y decía: -¿De dónde voy a sacar yo ropa? Y se ponía aún más triste.
Un día brilló en el cielo un gran relámpago, y el señor decidió ir a visitarle.
-Tal vez él pueda ayudarme.
Así que se puso en camino y, después de varios días de viaje, llegó ante él.
Mientras le contaba sus penas, el relámpago le miraba con tristeza y parecía estar muy pensativo.
Hasta que habló:
-Grande es mi poder, pero no tanto como para darle ropa. Sin embargo, tu historia me ha conmovido y por eso te voy a hacer un regalo.
Y siguió hablando:
-Te voy a dar estos siete colores. Con ellos podrás pintarte el cuerpo y te vestirán para siempre.
El hombre pobre sonrió.
-Además- siguió el relámpago-, aparecerás ante la gente después de las tempestades y anunciarás la llegada del Sol. La gente te querrá y te mirará con asombro.
Y así fue como, a partir de ese momento, al arcoíris se le llamó el Señor de los Siete Colores.
GARRALÓN, Ana. et. al. Cuentos y leyendas hispanoamericanos. México: SEP, 2007.
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